EMOR
Vaiqra 21:1-24:23
Me gusta encontrar los pequeños mensajes dentro de las parshiot, dentro de cada una de las secciones de nuestra Torá. Y siempre están allí. En cada parashá existe una historia grande, un desarrollo de una idea en medio de la cual, o al final de la cual, repentinamente a veces, o en forma más natural otras veces, surge un pensamiento o una bajada de línea o un lineamiento, que no siempre tiene el peso de una mitzvá, pero sí pasa a ser una suerte de máxima a seguir. En general con un contenido ético o moral.
Hablar hoy en día de igualar las leyes de los nativos de un lugar al aplicarlas a un extranjero, suena casi irrisorio. En realidad, si lo mantenemos como algo escrito, como un ideal aspiracional, se entiende. Pero en nuestro mundo de visados entre países con procesos de migraciones a veces humillantes, con refugiados en campos en condiciones infrahumanas y gobiernos que cierran sus fronteras y grupos étnicos enteros discriminados en asentamientos marginales, el texto de nuestra parashá suena a un mundo imaginario e inalcanzable.
El texto es claro: “Una misma ley habrá para vosotros, tanto para el peregrino como para el nativo...” (Vaikrá 24:22). Pero lo tristemente cierto, es que, como decimos siempre, si la Torá se ocupa de marcar algo, es porque nadie respetaba aquello que se está marcando. Dicho de otra forma, seguramente la sociedad en aquella época tendría un trato para con el extranjero, similar al que hoy tienen en varios lugares de nuestro complicado mundo.
Es que nuestro mundo, que venía con organizaciones rígidas desde añares con castas a veces más y a veces menos definidas, y con clases sociales marcadas....este mundo cambió. Con esfuerzo o a veces sólo con que la providencia divina (o la suerte, según el caso), te toque con su varita, tu vida puede cambiar.
Esto se hace aún más visible y cambiante en un mundo que brega por la globalización, porque todos estemos enterados de todo y abiertos a las posibilidades de todos los rincones de la Tierra, entonces, la integración de las diferencias es aún más marcada y más intensa.
Porque cada vez son más los peregrinos. Cada vez son más los extranjeros. Y cada vez, esos peregrinos o extranjeros son más diferentes. Y el desafío de aceptación, inclusión e igualdad es aún mayor.
Es interesante revisar en este punto como Emor llega a estos conceptos habiendo pasado antes por los límites de las purezas e impurezas. Aquellos rituales y situaciones en donde el Sumo Sacerdote y los sacerdotes en general podían intervenir o no. Y aún así, esa máxima de respetar al extranjero, al diferente, al que no logra integrarse del todo.
Pero vamos a ser francos: cuando hablamos de los otros, del mundo que nos rodea o de los mundos lejanos como los campos de refugiados en Europa, nos gusta asentir con la cabeza reconociendo el horror que esto implica, entendiendo lo mal que está el mundo.
Por el contrario, cuando nos remitimos a nuestros pequeños mundos más cercanos, en general nos cuesta reconocer estas faltas e injusticias.
Nos cuesta aceptar al que no es de nuestra “casta”. Nos cuesta aceptar al que elige una religión diferente. Nos cuesta algo más si la elección tiene que ver con nuestra religión, pero con orientación diferente dentro de la misma. Nos cuesta aún más si la elección sexual difiere de la nuestra, o si las capacidades del otro son diferentes a las nuestras. Muchos TRABAJAMOS para aceptar, en la conciencia de los que nos cuesta aceptar. Y otros tantos ni siquiera se lo cuestionan.
Quizás están pensando en situaciones como las descriptas, y quizás les cueste asentir a medida que el círculo se cierra más y más alrededor de sus entornos.
Pero les cuento algo: DE ESO SE TRATA!
La parashá nos habla a cada uno de nosotros. No habla al mundo en general. El desafío no es solo colectivo de un pueblo. Es también, y sobre todo...INDIVIDUAL.
Estamos en medio de la cuenta del Omer. La que nos prepara en 49 pasos a llegar algo más puros, algo más íntegros al momento más solemne de toda nuestra existencia como pueblo y como individuos: la entrega de la Torá y la aceptación de la misma en nuestros corazones y en nuestras vidas.
“Mishpat ejad ihié lajem, kaguer kaezraj ihié...” una sola ley habrá para vosotros, tanto par el peregrino, como para el nativo, como para el diferente o el que no opina igual. Que podamos hacerlo real.