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Bemidbar 4:21-7:89


Es muy común, y sobre todo en nuestra sociedad, hacer gala de los títulos que se poseen. Si nos llaman con el apelativo de “Doctor”, o “Ingeniero”, es parecido a un título nobiliario.

Lo mismo para cuando tenemos un cargo: El designar a alguien como Señor Gerente o el Encargado de tal o cual cosa, hace que automáticamente esa persona designada pase a tener una suerte de poder sobre el resto de los mortales.

Tristemente, ese sentimiento de superioridad con respecto a los otros, suele afectar también a la persona a la que se le asignó el cargo y muchas veces es detentado ese poder con abuso e injustamente.

Parashat Naso nos presenta una visión diferente.

Estamos transitando la inauguración del Mishkan, y para ello, cada jefe designado de cada una de las tribus debía traer una ofrenda al mismo. En lugar de agrupar todas las ofrendas en un sólo relato, la Torá le da un espacio y un momento a cada uno de los líderes, repitiendo una y otra vez cómo y qué trajo cada uno (de hecho, cada líder trajo la misma ofrenda que el anterior), haciendo de esta parashá, la más extensa de todas.

El punto que quería marcar es que al nombrar a cada líder de cada tribu, la Torá lo hace incluyendo el vocablo “nasi” (líder o jefe), salvo en uno de los casos, el de Najshon ben ʿAminadav. Podríamos suponer que fue un olvido o suponer que Najshon en sí mismo no era un gran líder, pero no era así.

Najshon fue aquel que se animó primero a entrar en las aguas a la salida de Egipto cuando aún no se habían abierto y, según cuenta el Midrash, provocando justamente su apertura. No en vano se los considera hoy día “najshonim” a aquellos que se animan a encabezar una misión por peligrosa que sea.

En el caso de Najshon, no le hacía falta el título de “nasi”. El era un líder que no necesitaba ostentar nada para serlo. Es el caso de los que tienen clara la tarea a realizar por sobre el ser individual. Es lograr el liderazgo naturalmente, por el compromiso con la tarea y no porque alguien haya dicho que ESA persona debe ser el líder con un título o un cartelito en una puerta o escritorio.

Para ello hace falta un espíritu fuerte, que se entregue a esa tarea dejando de lado el interés personal y la ambición por estar por sobre el resto.

Fíjense que la parashá continúa con la descripción del Nazir. Nazir era aquella persona que por un período, o por toda su existencia se entregaba de espíritu a Dios dejando de lado placeres como el vino, y alejándose de las vanidades como cortarse el cabello y de las impurezas como el contacto con cadáveres.

Sansón fue el Nazir más conocido, y es bien sabida su historia que concluyó trágicamente cuando su espíritu se vio quebrado por su amor a Dalila, quien lo traicionó.

Novelas aparte, vuelve a ponerse de manifiesto que por mucha fuerza que tenga una persona, por brillante que sea, o por mucho dinero que haya juntado en su vida, si no tiene una entrega de espíritu y si no logra dominar esa parte de su mundo interior que lo insensibiliza, termina siendo un individuo frágil.

La que debemos buscar, es la fortaleza a que no dan sólo los títulos, ni sólo el gimnasio, ni los negocios, sino aquella que hace que el espíritu crezca y se nos reconozca por nuestro buen nombre, como a Najshon. Aquel nombre que podemos hacer grande con nuestras acciones día a día, sumando logros y sumando aciertos y desaciertos que nos den la real perspectiva del aquello que deseamos concretar.

Y si en ese proyecto, sumamos najshonim, entonces serán ellos quienes van a jalar a los que no se animan, a los que les da pereza, a los que no se deciden a tomar las situaciones para cambiar, como desafíos posibles.

Cualquier tarea se simplifica en la suma de las voluntades. Cualquier mejora es posible en el compromiso colectivo. Cualquier crecimiento es alcanzable, si todos miramos en el mismo sentido y aunamos esfuerzos.

Sansón o Najshon? Cuál eliges?

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