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Lv. 6:1-8:36


Nuestra parashá, esta semana, continúa el relato de los sacrificios y de cómo debían hacerse en uno u otro caso. Pareciera algo lejana de nuestra cotidianeidad. Sin embargo, hace mención a algunos conceptos que tienen mucho que ver con nosotros.

El relato nos trae la imagen de dos llamas que coexistían en el Mishkán: una era el Ner Tamid, la llama eterna y titilante que ardía en la Menorá y que aún hoy arde de alguna manera en nuestras sinagogas y el Esh Tamid, que era el fuego que era utilizado en los sacrificios que debía ser mantenido vivo día y noche en el altar, el Mizbeaj.

Nuestra tradición nos enseña que ambos fuegos debemos mantenerlos encendidos en nuestro interior. Mientras que el Esh Tamid era un fuego intenso y abrasador, de la misma manera debe ser el entusiasmo que ponemos en cada uno de nuestros actos embuidos de Torá y de nuestros judaísmo. Es mantener la exaltación del espíritu judío en cada uno de nuestros actos.

Pero este fuerte entusiasmo y exaltación, podría llevarnos a sentir un orgullo desmedido. Sería el ejemplo de aquellos que ven en nuestro pueblo la única verdad existente y que se llenan de orgullo con la vanidad que lleva a la intolerancia hacia las diferencias del prójimo. Aquellos que se sienten dueños de la verdad discriminando incluso dentro de nuestro pueblo. O dejando fuera a aquellos que por la fuerza de nuestra tradición y leyes, deberíamos abrazar.

Allí es donde aparece el Ner Tamid: la llama eterna, pero vacilante, titilante. No es un fuego poderoso y abrasador, sino una luz modesta, pequeña que mantiene ese calor interno que nos ayuda a seguir aún en momentos adversos, trayendo dentro nuestro la memoria del pasado nuestro y de nuestro pueblo.

Es ese hilo delgado pero enormemente resistente que nos mantiene unidos con nuestro pasado: el pasado individual y el colectivo como pueblo y que nos hace sentir familia uno con otro en nuestros pequeños núcleos de parentesco y en COMUNIDAD.

Dice el Midrash, que todas los sacrificios venían a enmendar algo que el individuo mismo había deteriorado con su propias manos. El Korbán Asham o de culpa se realizaba por transgresiones varias que se hubieren cometido. El de expiación, Korbán Jatat, era por pecados involuntarios. El Korbán Olá, era por los malos pensamientos.

El Korbán Todá es diferente a todos. Esta ofrenda se traía sin que hubiere ninguna transgresión. Era el que se traía desde el alma por agradecer simplemente. Es entrega pura. Y sería la única ofrenda que no sería cancelada en el futuro. Todos los korbanot van a ser canceladas menos éste, que es de carácter único e incomparable.

Los korbanot u ofrendas representaban el acercarse a D´s mediante el fuego abrasador, manteniendo la llama interna. Y el mejor de todos, era el que mantenía la kavaná, la intención, intacta y pura.

Agradecer. Reconocer que somos pequeños y débiles, para poder mantener los fuegos en su debida medida para hacer de este un mundo mejor.

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