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Bemidbar 22:2-25:19


En las semanas pasadas vimos como el Pueblo de Israel se enfrentó a enemigos y los fue venciendo uno a uno, con la ayuda y el apoyo espiritual de Adonai y guiados por Moshé: una dupla imbatible.

Y llegamos a parashat Balaq. Una parashá confusa. Un relato en el que un rey extranjero, Balaq, rey de Moav, arma su propia dupla con Bilʿam: un brujo pagano, con poderes sobrenaturales entre los que se encuentra la capacidad de dialogar con Adonai. NUESTRO Dios. El Dios del Pueblo de Israel (hecho de por sí extraño).

Y esta nueva dupla se enfrenta a la dupla que venía imbatible, Moshé y el Qadosh Baruj Hu.

Si le sumamos a esta situación, una historia algo inverosímil, en la que el asno en el que se transportaba Bilʿam dialoga con su dueño cuando éste se dirige a maldecir al Pueblo de Israel por orden de Balaq... (Repasemos, de paso, que es el segundo animal que habla en la Torá. El primero fue la serpiente en el Gan Eden), encontramos que hay demasiados ingredientes en esta historia y todos algo confusos. De hecho nuestros sabios nos marcan que la combinación de los dos nombres, Balaq y Bilʿam conforman la palabra BILBUL, que significa confusión.

Ahora ordenemos un poco. Balaq veía los triunfos de Bnei Israel y entendía que el proximo en enfrentárseles iba a ser Moav, su propio pueblo. Sabía que el origen de la fuerza de sus enemigos era de su Dios. Y que el que hacía la dupla con ese Dios, era Moshé.

Sólo tuvo que ir al origen de Moshé, a los Midianitas, con quienes vivió cuando se escapara de Egipto cuando el pueblo aún era esclavo, para entender que el poderío de Moshé radicaba en su palabra y en su vínculo con el Dios (así nos lo cuenta el Midrash Rabá).

Balaq entendió que contratando a alguien como Bilʿam, un brujo experto en el manejo de las palabras, tanto para maldecir como para bendecir, podría desarticular ese poder que esgrimía Moshé.

La historia se va ordenando. Salvo que Bilʿam, consulta con Adonai, y le es negada la posibilidad de maldecir al pueblo que él mismo sacó de Egipto. Balaq, el rey de Moav, insiste ofreciendo un pago a cambio de la maldición, y aquí es donde el brujo, lejos de maldecir, bendice al pueblo con la plegaria con la cual abrimos nuestros rezos de las mañanas, el Ma Tovu.

El relato de la Torá nos marca que el Rey de Moav quiere condicionarlo a Bilʿam para que su maldición surja, llevándolo a un peñasco desde el cual sólo pudiera ver una parte del campamento de Israel. Seguramente querría que el brujo viera aquella parte “mala” del pueblo que le generaría el espíritu de maldecirlo. Pero no fue así – Bilʿam mira la belleza de la organización de Israel, mira su espiritualidad, ve esa conexión de un pueblo con su líder, y con su Dios y sólo logra bendecir.

Quizás es exactamente por ello que abrimos nuestras plegarias con Ma Tovu: porque es la bendición sincera de quien ve el todo y reconoce. Del que mira desde fuera y puede dejar lo que se ve defectuoso para reconocer lo que verdaderamente vale.

Quiera Dios que podamos ordenarnos cuando veamos bilbul, confusión, alrededor nuestro o en nuestras vidas. Que podamos cambiar las palabras de mal a palabras de bien y bendiciones. Pero por sobre todas las cosas, que aprendamos a ser objetivos, para poder ver lo malo y lo bueno en su justa medida, y valorar el TODO de lo que tenemos con las posibilidades de mejorar aquello que está mal y mantener y enriquecer aquello que está bien.

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