DEVARIM
Bamidbar 1:1-3:22
La parashá que vamos a leer esta semana es Devarim. Es la primer parashá del 5º y último libro de la Torá.
En esta parashá vemos que el pueblo de Israel debe madurar. Moshé va a dejarlos solos y ellos van a tener que dejar de depender de él y tomar decisiones por sí solos.
En ese sentido, el líder hace una especie de raconto en un discurso de 36 días. Treinta y seis días en que el pueblo rodea a su maestro y escucha pacientemente. En esos discursos repasa todo lo ocurrido en el trayecto por el desierto, comenzando por el relato de los merraglim, los espías que tuvieron una lectura errónea o parcial de cómo era la Tierra Prometida, y quienes no supieron confiar en la visión del Creador.
Fue esa noche, la de los merraglim, la que determinó según el Talmud, en masejet Tʿanit, que así como esa noche lloraron un llanto en vano por una tierra la cual no pudieron ver que sí manaba leche y miel, así llorarían en un futuro por las degracias que sobrevendrían.
En esta suerte de determinismo, pareciera ser que era inevitable las dos destrucciones del Gran Templo de Ierushalaim, el Beit Hamikdash, el primero por el paganismo, el derramamiento de sangre y las relaciones incestuosas, mientras que el segundo fue destruído por el odio gratuito y el apego desmedido al dinero (Ierushalmi Iomá).
También serían inevitables las desgracias que también recordamos en Tishʿa beAv, a las cuales también haría referencia Tʿanit, la expulsión de los judíos de España, la inauguración del campo de Treblinka (representativo de toda la Shoʿá, incluso el atentado a la Amia en Buenos Aires el 10 de Av).
Quizás sea momento de rememorar Pirkei Avot, con el conocido, “Hakol tzafui vehareshut netuná”. Todo está previsto, pero la elección es posible.
Posiblemente haya un plan. Seguramente cada uno de nosotros tiene en su interior características que determinan nuestro comportamiento. Y eso deriva en que nuestro entorno se modifique o comporte de acuerdo a ello.
Quedarnos firmes en nuestras formas sin revisarlas, sin ver cómo podemos mejorar, cómo podemos cambiar algo de nuestro mundo, dejando egoísmos u orgullos, sólo alimenta la posibilidad de ese determinismo.
Reconocer que hoy en dia sigue existiendo Sinat Ajim y Sinat Jinam, el odio entre hermanos y el odio gratuito, es crucial. Desconocer el desapego a nuestra tradición y las mitzvot, no nos ayuda. No porque ESO traiga desgracias, sino porque nos separa como pueblo y de los valores que nos mantuvieron fuertes y cercanos a Dios.
Y, por supuesto, reconocer cualquier error en nuestra conducta y enderezarla.
Hoy existen dentro y fuera de nuestro pueblo, muchos que con la intención o sin ella, ayudan a encender las llamas de destrucción. Construyamos una vuelta de tuerca, una curva en ese camino determinista, que nos lleve a un mejor lugar.