KI TETZE
Devarim 21:10-25:19
Ya estamos al tanto que estamos transcurriendo el mes de Elul. Si aún no comenzaste a realizar tu revisión personal de el año que está por terminar, aún es tiempo.
De hecho las parshiot nos van preparando con su lectura para que Rosh Hashaná no nos sorprenda desprevenidos en este sentido. Así, Shoftim nos hablaba de cómo debe ser una sociedad en la que la justicia prevalezca. En la que los sistemas jurídicos y de gobierno estén tan justamente organizados, que no sean una traba o un inconveniente para el normal crecimiento del pueblo (la sociedad) y sus individuos.
Ki Tetze sigue en la misma línea. Una parashá colmada de mitzvot y compromisos desde lo individual; desde ese mismo individuo que hace una semana recibía un colchón de sistemas que lo cobijaría y lo cuidaría y que ahora debe hacerse cargo de su propia existencia y comprometerse con los otros miembros de esa misma sociedad, ahora desde él mismo.
Nuestra parashá nos habla de las relaciones comerciales, de no engañar en la medida, en los precios. La OBLIGATORIEDAD de no demorar la paga de aquel que trabaja para nosotros si está en nuestras manos el poder pagarle en tiempo y forma. Es el compromiso personal, incluso, con las mismas instituciones que parashat Shoftim nos instruía hace tan solo 7 días.
Estamos afinando el lápiz. Estamos ajustando la puntería. Comenzamos desde lo general y vamos llegando a los destinatarios de este mes particular: nosotros mismos.
Y extrañamente, en medio de toda esta legislación, aparece el relato de cómo debían comportarse aquellos que, luego de una guerra, tomaban a una bella mujer prisionera, eshet iefat toar, y pretendían convertirla en su mujer.
La Torá nos cuenta que debía ingresarla a su casa, cortarle el pelo y dejarla apartada y recluída durante 30 días. Eran 30 días de arrepentimiento y revisión acerca de su vida anterior y preparándose para una nueva vida. Tomando en cuenta el contexto histórico, el sólo hecho de que a un vencedor se le pusiera un límite de manera que no pudiera aprovecharse de la aquella prisionera, marca una diferencia y un respeto que no existía en la época.
Pero si nos detenemos en ese concepto de los 30 días de arrepentimiento por la “vida pagana” practicada hasta entonces, para prepararse para una nueva vida judía al lado de quien sería su esposo, nos muestra un paralelismo con nuestros 30 días de reflexión.
Somos nosotros los que renovamos el compromiso con nuestra sociedad, con nuestra Comunidad, con nuestro entorno, nuestras familias, con nosotros mismos.
Somos nosotros los que debemos revisar minuciosamente si todas las actitudes que tuvimos fueron bienintencionadas. Somos nosotros los que tenemos 30 días para entender si nuestro compromiso con la Torá, las mitzvot y nuestra tradición fueron tales que podamos decir que verdaderamente aseguramos una continuidad en la tan mentada cadena milenaria o si es precisamente nuestro eslabón el que pone en jaque esa continuidad.
No hay organización colectiva, sin ordenamiento individual, y es cada individuo con conciencia de su accionar el que va a generar, con su compromiso y su involucramiento personal que lo que deba cambiar cambie para mejor.
Estás transcurriendo los 30 días de eshet iefat toar, la mujer bella, cautiva que va a ser elegida como esposa. Mírate para dentro, no en crítica hacia el otro, sino a vos mismo y prepárate para un nuevo compromiso.