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Bemidbar 16:1-18:32


Cómo te das cuenta si un líder es positivo o no? Cómo hacemos para saber si las palabras que nos llegan de alguien son sinceras y buscan un bien colectivo o para otros o simplemente responden a intereses personales?

Es difícil. Incluso cuando leemos Parashat Qóraj y sabemos el final de la historia y los comentarios, podemos hasta dudar de si las intenciones de este aparente demagogo eran sinceras o simplemente era otro advenedizo con hambre de poder.

Hay cosas que sí, quedan claro. Qóraj quería poder. Y parecería ser que su deseo lo llevó a calcular bien momentos y circunstancias de manera planificada. Qóraj se manifiesta frente a Moshé y Aharón, justamente cuando el pueblo acaba de ser condenado a 40 años de deambular por el desierto. Acaban de perder la recompensa prometida de una tierra fértil y generosa, que mana leche y miel y en la que iban a instalarse. No hay, quizás, peor momento anímico para el pueblo, ni mejor momento para cuestionar el liderazgo.

En verdad, la revuelta podría verse como un planteo democrático en el que una parte del pueblo desearía sentirse escuchado en sus pedidos o en su participación en las decisiones. Y esto estaría muy bien, o no?

El punto es que Qóraj no quería que lo escucharan. Qóraj entendía que el poder le debía ser compartido. Que él mismo DEBÍA intervenir en las decisiones.

Una regla del Talmúd nos cuenta que dos voces no pueden escucharse juntas. En maséjet Meguilá, cuando se nos enseña acerca de cómo debe ser leída la Torá y las meguilot o las haftarot, las secciones que leemos también cada Shabat pertenecientes al libro de los Profetas, discrimina que, para las dos últimas, puede haber “repetidores” de la lectura. Esto quería decir que si el Beit Knéset en donde se estaba leyendo era muy grande y, obviamente, ante la falta de micrófonos, podía haber lectores asignados que leían en repetición y se podía propagar la lectura por todo el templo para que todos la escucharan.

Esto no podía ocurrir con la lectura de la Torá. La Torá debía ser leída por una única persona, ya que "trei kalei la mishtamei" – dos voces no pueden escucharse juntas. Podría dar lugar a confusión. Y las palabras de Torá deben ser escuchadas y leídas claramente. Incluso con un corrector al lado del lector para que no suene equivocado. Incluso si el lector es un jajam beIsrael, un sabio de Israel.

Este ejemplo de la lectura de Torá ocurre también con el liderazgo y la conducción. Podemos tener un sistema democrático en nuestro país, en nuestra comuna, en nuestra Comunidad. Mucha gente participando y ayudando a la gestión es lo que necesitamos. La claridad de un líder que lleve adelante esa gestión es fundamental.

No se trata de usurpar espacios, o momentos, o ideas. Se trata de tener la claridad de adónde queremos llegar sin dobles lecturas y con escuchas claras. Y entonces conformar un equipo y un pueblo que sigue al equipo en la gestión.

Qóraj no lo logró. Y aunque hoy no se abra la tierra para engullir a nadie en castigo por la mezquindad, el resultado de no tener un rumbo claro o permanecer en luchas intestinas y desacuerdos permanentes es suficiente castigo.

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