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BEHʿALOTJA

Bemidbar 8:1-12:16


Si alguien te dijera que ya estás caduco para lo que estás haciendo de tu vida, qué harías? Cómo reaccionarías? Y si percibieras que lo que te está diciendo es que no sos bueno para eso que vos suponías que sí lo eras?

Quizás te enojarías con esa persona. Quizás te plantarías enojado, o le quitarías el saludo o te alejarías en tu día a día de su persona.

En verdad, ninguna de estar reacciones ayuda a corregir el hecho de que quizás, hay algo en vos que debe cambiar. Posiblemente podrías hacer las cosas mejor de lo que las estás haciendo. O podría llegar a darse la dolorosa situación que en verdad debes dejar tu lugar a otro.

Dolorosa y fuerte.

La Torá nos muestra al maestro de los maestros, a Moshé Rabeinu en un momento de su vida en que está agotado; cansado de los reclamos; envejecido y seguramente con menos fuerzas. Y aparentemente, Dios quiere hacérselo saber de manera sutil. Le pide que reúna a 70 ancianos, sabios del pueblo, quienes van a ser contagiados de aquella capacidad y sensibilidad de Moshé para entender los designios divinos. Estos sabios van a ser quienes van a ayudar a Moshé en los próximos años a llevar, educar, juzgar y acompañar al pueblo en los años del desierto.

Rashi es quien pregunta muchos años después: “A qué se parece Moshé en su actitud?” y responde “A una vela que enciende un candelabro. Todas las velas toman fuego de ella y la primera no pierde su calor por ello.”

Y sigue aún más el relato.

Porque dos de los 70 ancianos, Eldad y Meidad, se quedaron en el campamento con el pueblo en lugar de ir al lugar asignado al grupo de los 70, y según sigue contando Rashi, lo que hicieron fue ir diciendo en el pueblo que ellos podían profetizar cómo Moshé moriría en el desierto y sería Ieoshúa quien ingresaría a la Tierra Prometida.

Estas palabras llegaron a oídos del mismísimo Iehoshúʿa, quien fue enseguida a contarselo a Moshé, con la mejor intención de cuidarlo y que los ancianos fuesen castigados.

La respuesta de Moshé, nuevamente tuvo que ver más con la grandeza y el calor de un sabio maestro que con el sentir humano de venganza y cólera: “Acaso tienen celos de mi? Ojalá todo el pueblo tuviese la capacidad de profetizar para que Dios esté con su espíritu entre ellos.” En otras palabras, les da el calor de un gran maestro que entiende que su momento de enseñar y comandar, pasó a ser el de aquel que reconoce su lugar y deja a otros la tarea a emprender.

Calor que se comparte y la tarea que se delega. Tareas difíciles las dos e imprescindibles para vivir en Comunidad.

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