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Vaiqra 12:1-15:33


Existe algo que tiene que ver con la esencia de lo que nos rodea. Las cosas, le gente, los ambientes, tienen una esencia, que a veces puede cambiar, en parte y que se transmite a los individuos.

Esta esencia puede ser buena o mala. Podemos estar, por ejemplo, en compañía de gente que nos transmite una buena sensación o podemos sentir que estamos frente a gente soberbia que quiere llevarse todo por delante y eso nos transmite malestar o incomodidad.

Parashat Tazría hace una descripción concienzuda de los efectos que hace la maledicencia sobre algunos objetos, como la ropa, las paredes de los ambientes y en el cuerpo, en la piel. Es como que se percibía “lo malo” que salía de la boca de aquel que decía algo malintencionadamente y eso que se percibía se adosaba a objetos.

En el Talmúd, Tratado de Arajin se nos enseña que siete son los errores que causan estas dolencias cutaneas en el hombre: los chismes (Lashon HaRa), el derramamiento de sangre (Shefijut Damim), los juramentos vanos (Shvuat Shav), las relaciones sexuales prohibidas (Gilui Araiot), la soberbia (Gasut HaRuaj), el robo (Gezel) y la envidia (Tzarut HaAin).

Somos seres que nos cuesta bajarnos de los pedestales. Nos cuesta agachar la cabeza frente a los otros y nos cuesta entender que estamos en un mundo en el cual ser nosotros el centro de todo, no ayudó en los últimos miles de años... ni nunca.

De diferentes maneras nos enseñaron que debemos respetar a nuestros semejantes, que cada uno de nosotros no es mejor que ningún otro y que tenemos todos los mismos derechos, incluso cuando pensamos en forma diametralmente opuesta. Pero esto funciona, por lo general sólo entre los pocos que se deciden a trabajar para ello.

Recuerdo la interpretación que hizo el Rab Suraszki, quien también es sofer acerca de si se podía borrar el nombre de Elohim una vez que se hubiera escrito en forma errónea en la escritura de un Sefer Torá, por ejemplo. La respuesta es NO. No se puede borrar. Pero lo interesante es que cuando la palabra lleva adosada una letra previa...esa letra se puede borrar.... en cambio cuando la lleva adosada al final de la misma, ya no es posible borrarla.

La explicación es que previo a la palabra Elohim, la letra que estuviere adosada solo tiene su propia esencia, en cambio aquella que se adosa al final, se lee LUEGO de haber leído “Elohim”, con lo cual queda imbuida con la santidad del nombre divino y ya no es posible borrarla.

Así ocurre con nuestras palabras. Antes de decirlas, podemos dudar y corregir; podemos tener malos pensamientos y arrepentirnos. Luego que las decimos, todo: nosotros, la persona de la cual hablamos, e incluso el ambiente en el cual lo decimos, pudiera quedar bañado en esa mala vibra que deja “manchas” que quizás sean imborrables.

Cada uno de nosotros decide si transmite soberbia o humildad, maledicencia o bondad, buenas intenciones o manchar lo que hay a nuestro alrededor. Es solo salirnos del centro y evaluar antes de hablar de los otros, midiendo si lo que vamos a decir construye, genera algún cambio o solo contribuye a la nada.

De esa manera, generar alrededor nuestro climas en los cuales podemos destruir lo trabajado, o simplemente trabajar y compartir por mejorar lo que somos y lo que hacemos por un sociedad y un mundo mejor comunicado y más respetuoso los unos de los otros.

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