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Shemot 27:20-30:10


Esta semana leemos una parashá que nos sorprende. En su mayoría, el texto refiere a cosas banales. Pone el ojo en lo superficial.

Nuestra parashá hace un recorrido por las vestimentas que debían usar Aarón y sus hijos, y en especial la del Cohen Hagadol, el Sumo sacerdote. El relato en este último caso, es tan minucioso, que nos hace preguntarnos si el relato bíblico no habrá perdido el rumbo, transformándose en una especie de figurín de la moda.

Según el Rambam, estas vestimentas tenían la finalidad del despertar el respeto de las personas, incluso de aquellas que sólo se conmueven por lo banal y mundano como el aspecto exterior de las cosas.

De hecho, el shabat pasado leíamos en parashat Trumá acerca de los brillos del Mishkán, el tabernáculo, y de cómo debía ser construído. Una de las razones que nos enseñan, acerca los detalles y la pompa de la construcción, es que también tenía que ver con el despertar en el pueblo la admiración y el respeto.

Lo que parece quedar claro es que lo banal, lo mundano, es una medio para llevarnos a la santidad. Y en realidad ESE es uno de los mensajes más poderosos que tenemos.

NO se trata de mantener algo sacro santo e inalcanzable en nuestra liturgia o en nuestro ritual, sino en que cada momento banal de nuestra vidas, el levantarnos, el vestirnos, el comer, lo transformamos en algo especial y consagrado.

Nuestra cotidianeidad es lo sagrado. Y en tanto podamos reconocer esto, nuestras vidas serán más significativas y nuestra entrega a nuestras tareas, a nuestros semejantes y a D's también los serán.

Heschel en su libro El hombre no está solo, nos enseña: “El judaísmo nos enseña de qué modo hasta la gratificación de las necesidades animales, puede ser un acto de santificación. El dador de la vida no nos pidió que despreciáramos nuestra breve y pobre vida, sino que la ennobleciéramos y la santificáramos”.

Hasta el elegir qué vestimenta usamos y asignamos a cada momento de nuestras vidas deja de ser banal, en cuanto esa elección nos ayuda a elevar el momento.

Por eso no nos vestimos igual para entrenar o para celebrar el shabat. Y no es igual lo que vestimos para un encuentro ocasional que lo que usamos para un evento especial.

En el caso especial del Cohen Hagadol, su vestimenta más allá de toda la pompa, tenía una particularidad: en la frente debía llevar una diadema de oro (Tzitz Hazahav) con el nombre de D's grabado en ella. En el pectoral que debían colgar sobre el pecho, debían llevar diferentes piedras preciosas con los nombres de las tribus de Israel grabados. Y nada de esto es banal.

El pensamiento en D's y la sensibilidad por el pueblo debían estar presentes cada vez que el Sacerdote estaba en funciones. Ambas cosas operando en conjunto. Ambas sensibilidades en función de las personas y El Creador. El pensamiento en D's y el corazón en el pueblo. O debería sería al revés? El corazón en D's y el pensamiento en el pueblo? En sus semejantes?

Lo banal deja de serlo si buscamos que no lo sea. Aún aquello que suena superficial, quizás tenga un contenido para ser descubierto.

Intentalo en este Shabat Tetzavé.


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